jueves, 8 de agosto de 2013

Una adecuada Educación Emocional

Por Ana Roa, psicopedagoga y profesora especialista en E.I.

Artículo publicado originalmente en Maestra Preescolar Nº 100 de México.
El mundo emocional en la infancia
Desde el octavo mes hasta el primer año de vida, las emociones más puras se identifican por su expresividad; así, en los bebés reconocemos alegría, enfado o rabia, miedo, tristeza, placer…
Con la llegada de los dos años, las emociones se vuelven más complejas y aparecen variantes de las anteriores, como la vergüenza o derivaciones del afecto (por ejemplo, los celos). Cada niño es un ser único y su mundo emocional es muy variado, subjetivo y de múltiples componentes. En nuestra labor educativa debemos descubrir cómo cada alumno va construyendo su universo emocional y su capacidad de evolucionar.
Sobre los 3 años empieza a relacionar y organizar sus emociones en categorías diversas. Entre los 4 y los 6 años, niñas y niños perciben que su conducta produce reacciones en los demás, entonces comienzan a controlar sus impulsos para terminar consiguiendo una mayor estabilidad emocional e iniciarse en el desarrollo de la conducta moral.
¿Cómo podemos contribuir al desarrollo emocional de niñas y niños durante estos primeros años?
- Incorporando en el juego variantes emocionales.
- Comprendiendo sus narraciones imaginarias.
- Conversando sobre las emociones que experimentan las personas.
- Escuchando sus preguntas y dudas emocionales con afectividad y cierto grado de empatía.
- Observando ante qué emociones se sienten más incómodos.
- Animándolos a hablar y a expresar sus sentimientos.
- Aportándoles seguridad y confianza.
- Mostrándoles alternativas para canalizar la rabia, la agresividad y el miedo.
Es importante encauzar sus emociones para llegar a un autocontrol emocional acompañado de inteligencia y vinculado a valores sociales y morales.
La expresión del cariño
Cuando niñas y niños nos manifiestan su afecto quedamos cautivados. Sus besos, sus abrazos y sus caricias en estado puro son las primeras manifestaciones de un desarrollo emocional. De acuerdo con estas afirmaciones, es muy conveniente mencionar la necesidad que tienen de una educación emocional que los ayude a identificar sus sentimientos para poder establecer buenas relaciones con los demás.
¿Cómo podemos contribuir desde el mundo adulto? En primer lugar permaneciendo receptivos a sus demostraciones, agradeciéndolas e invitándolos a exteriorizar su cariño de la forma más natural posible. El paso siguiente consistirá en animarlos a hacerlo pero sin presiones, siempre desde la espontaneidad.
Seremos modelos para ellos si expresamos el cariño:
•  Amando sin reservas y de manera incondicional.
•  Recordándoles que los amamos aunque creamos que no necesitan escucharnos.
•  Corrigiendo su comportamiento sin descalificar cuando han hecho algo que está mal.
•  Proporcionando abrazos, caricias y miradas de confianza, seguridad y complicidad.
•  Permaneciendo a su lado mientras crecen, tanto en los éxitos como en las frustraciones.
La importancia de una buena educación emocional, la expresión de los afectos
Cuando las pautas básicas válidas para la expresión del afecto no se desarrollan, niñas y niños quedan atrapados en su mundo emocional. Necesitan unas bases mínimas para sentirse seguros y confiar en sí mismos; una adecuada educación, que fomente su inteligencia emocional, les permitirá canalizar esas emociones en estado puro, reelaborarlas y mostrarlas a los demás.
Podemos definir la inteligencia emocional como “la capacidad para supervisar los sentimientos y las emociones de uno mismo y de los demás, de discriminar entre ellos y de usar esta información para la orientación de la acción y el pensamiento propios” (Salovey y Mayer, 1990). Cuando educamos, no solamente podemos trabajar con los conocimientos; esto es, se hace imprescindible el tratamiento de la emoción para completar el proceso global de aprendizaje.
Siguiendo las pautas de “Inteligencia emocional: el secreto para una familia feliz”, encontramos algunas herramientas enriquecedoras para educar a nuestros hijos en inteligencia emocional:
•  Acostumbrarse a hablar de emociones: es importante expresar algo más que los hechos cotidianos; es decir, considerar los pensamientos, las interpretaciones de lo que ocurre y los sentimientos que motivan esos hechos aportará mayor naturalidad en el seno de la familia.
•  Enseñar a identificar las emociones y ponerles nombre: cualquier situación es una oportunidad nueva para enseñar a nombrar emociones. De esta manera, el vocabulario a la hora de expresar emociones se enriquece y se concretan los sentimientos. La familia mejora sus relaciones y toma mayor conciencia, como núcleo, del estado de cada miembro.
•  Evitar realizar juicios acerca de las emociones del otro: es preciso darse cuenta, desde el ámbito familiar (primer agente socializador), de que los sentimientos no pueden ser utilizados como elementos de valoración de las personas.
Un libro: Glennon, W. La inteligencia emocional de los niños: claves para abrir el corazón y la mente de tu hijo. Ediciones Oniro.
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